jueves, 25 de diciembre de 2014

Érase una vez mi jefe, la mobbing cena navideña y yo

Mi cena navideña de empresa fue bastante fiel al mobbing laboral que llevaba sufriendo desde hacía tiempo.

Empezando por la hora de la cena, que coincidía con mi horario laboral. El jefe alegó que no había otra hora para la reserva, por supuesto dijeron que me esperarían y evidentemente no lo hicieron. Aquí la cena comenzó a llamarse "La Mobbing-cena".

Nuestro jefe organizó personalmente la mesa y la distribución de los asientos, dejando en una larga mesa sentados a todos los compañeros a la izquierda y a la derecha los altos cargos, quedando un par de sillas en ese lado abandonadas y ahí es donde me dijo que me sentara cuando llegué. Su  objetivo claramente era marginarme del resto de compañeros y que no pudiera disfrutar con ellos, pero conmigo todo se vuelve en su contra y reaccioné al revés de lo que él esperaba.

De las dos sillas que había elegí la más cercana a él y me senté a su lado, cosa que no se esperaba porque le cambió la cara a rojo chillón y estuvo toda la noche con un tembleque en la pierna. Mobbing-cena fracasada.

Por lo visto, la opción que este individuo esperaba que eligiera era la de sentarme frente a él y no a su lado, pero en qué cabeza cabe que yo me siente en frente. Elegí a su vera para no tener que verle la cara cada vez que levantara la mirada, es lo más sensato que se me ocurrió. Lo que no pude evitar fue sentir su tembleque de pierna pero bueno, así conocí su punto débil: no me soporta cerca.

Mis compañeros me miraron con cara de desconcierto cuando vieron los asientos que me dejó el personaje y con una sonrisa burlona les dije que ahora formaba parte del equipo directivo, lo que motivó la carcajada colectiva y el enfurecimiento del jefe claro, seguramente porque no había conseguido intimidarme, ni coaccionarme, ni humillarme, ni menospreciarme, ni todas las cosas chungas que se le hubieran pasado por la cabeza cuando se le ocurrió el magnífico plan de dejarme sentada a parte.

Las bandejas o bebidas no llegaban a mí como era de esperar, pero tuve la suerte de que el jefe supremo sí estuvo pendiente de que no me faltara nada, fue muy amable conmigo debido a que había sido la última empleada de toda la empresa que había estado trabajando hasta última hora, "velando por su negocio". Y por supuesto, los compañeros, que a pesar de estar distanciados, no dejaban de intentar incluirme en sus conversaciones ¡y eso que era difícil!

Después llegan las copas en la barra y el individuo empieza a preguntarnos qué es lo que queremos para pedirlo él todo. Perdón, "preguntarles", porque cuando me tocó a mí, me dijo que se lo pidiera yo al camarero directamente: miré al camarero con cara de póquer, al cual parece ser que le caí en gracia, y me dijo la copa que yo quería sin necesidad de repetirla con sonrisa encantadora y me sirvió la primera, con la consecuente efervescencia por parte del jefe que fue el último en ser servido. El karma siempre refleja tus acciones.

La noche continuó en esta línea pero contadas un par de ellas, contadas todas. Ya tenemos al jefe calado, identificar sus acciones y reaccionar de la manera contraria a la que espera es nuestro objetivo y lo estamos consiguiendo.

Sólo tenemos que preocuparnos de ser felices y sonreir, hacerse el tonto funciona muy bien, debemos reflejar que no nos damos cuenta de lo que nos está intentando hacer y no dejarle llegar a hacernos daño con un velo invisible de indiferencia. Así funciona la vida del superviviente del mobbing.


Os deseo que tengáis una maravillosa cena de empresa.

Érase una vez la cena de navidad

Ni en navidad descansa el mobbing laboral. Llegadas estas fechas, creo que deberíamos armarnos frente a una cena de empresa con un jefe un tanto psicópata. 

Es probable que estos individuos no quieran vernos en este tipo de eventos en los que la felicidad y compañerismo afloran conforme aumenta el número de copas. Es probable incluso, que organicen la cena a nuestras espaldas. ¡Es tan divertido ver cómo intentan que no te enteres mientras eres tú la persona que recibe las llamadas de confirmación del resto de empleados! Muy ridículo sí. 

Pero, tenemos dos opciones, como siempre:

1.- Podemos dejar que nos influya negativamente y deprimirnos pensando en lo malísima persona que es, dejando que nos convierta una vez más en sus víctimas.

O...

2.- Podemos dar la vuelta al asunto (como siempre hacemos) y disfrutar del lío en el que nuestro jefe se ha metido él solito.

En esta segunda opción es donde vamos a deleitarnos de verdad.

Vamos allá:

  • Que nos llaman los compañeros y nos confirman la asistencia al evento: Nada de pasarle las llamadas al jefe, nada de llamarle por teléfono para informarle, no no, le damos el recado personalmente a nuestro querido jefe, es divertido ver cómo se agobia y empieza a dar excusas que nadie les ha pedido.
  • Que llaman del restaurante para confirmar el número total de comensales: Te vas al despacho con la listita de todos los compañeros que han llamado y te pones a contar con él 1+1=2, y otro más 3... así hasta que lleguéis al último (se les hace eterno el recuento, os lo digo yo) y si el número final sale 60 por ejemplo, pues en vez de eso decís 61 y entonces sale "el listo" que lleva en su interior y con un dulce grito te dice: ¡NOOO SON 60! Y ahí le dices tú: y yo 61. Y te vas muy digna si darle tiempo a replicar.(Es verdad que contamos con la ventaja de su escasa velocidad de reacción)
  • Que en el restaurante falta una silla y en la distribución no está tu nombre: Pues nada, tu muy sonriente bromeas con tus compañeros y confabulas sobre los posibles motivos: se les acabaría la tinta de la impresora está claro que si sortean quién paga la cena a mí no me toca. Los compañeros para estas cosas llegan a decir verdaderas locuras que hacen gracias a todos menos al jefe... qué raro...
  • Que a la hora de pasar los platos no te ve y te salta pasándoselo a tu compañero: Pues no  hay que preocuparse ni poner mala cara como si te afectara, simplemente debes transmitir que no te has dado cuenta del vacío que te está haciendo y sigues hablando con los demás, ya te pasarán a ti el plato alguno de los compañeros y a la hora de pasarlo tú pues... dáselo al jefe con una sonrisa y dile: Gracias no necesito más. Lo revientas en el acto y encima tiene que recogerte el plato para que los demás no noten el mal rollo.
  • Que no nos mira durante la cena: un favor que nos hace, así no nos sienta mal la comida y disfrutamos de la compañía de los demás. 
Pasarlo bien en nuestra mejor arma, que nos vea alegres y contentos hablando con los demás. No se por qué pero a los jefes acosadores les molesta muchísimo.



jueves, 14 de agosto de 2014

Érase una vez la sonrisa de la Mona Lisa ante un jefe controlador

A mí me tocó bregar con un personaje que un día te sonreía y otro te humillaba. Soy de la opinión de sonreír y no reflejar tus sentimientos o estado de ánimo a desconocidos,  creía que esto es bueno cuando se trabaja de cara al público, parece ser que no. Tenía obsesión por que sus empleados estuvieran amargados en su puesto de trabajo y que yo estuviera siempre de buen humor, le llevó a centrar su obsesión en mí.

Ser capaz de desarrollar tus funciones reflejando simpatía y cordialidad es algo que no valoraba este individuo y le llevó a querer liquidarme, sólo que no contó cuán grande era el árbol que intentaba derribar.

Me llamaba a horas inapropiadas, como ya he contado en otras ocasiones, me pedía ir al despacho en mis vacaciones para reuniones inventadas y urgentes o que iba a hacer un ERE y los perjudicados serían los que no acudieran. Quería tener un control absoluto de mi persona y saber en qué lugar estaba, si seguía en la ciudad o si estaba de viaje. No soportaba que un empleado estuviera de viaje, le espantaba, siempre decía que de dónde había sacado el dinero. Increíble, lo sé.

Nunca cuentes tus planes de vacaciones.

Mi estrategia cuando estaba de vacaciones y me pedía que acudiera a su despacho era decirle que no podía ir, demasiado que le cogía el teléfono. Si optas por esta vía, entonces, como en mi caso, empezará el interrogatorio: dónde estaba, cuántos días, por qué no le había cogido antes el teléfono, si estaba en otro país, etc.

Sencillamente, en vacaciones, no debemos cogerle el teléfono, pero si pecamos de novatos como en mi caso, os cuento lo que yo hacía: optaba por no contestarle a nada, le dejaba hablar y hablar, nunca hay que dar información de nuestro paradero, por seguridad. Así que yo me limitaba a decirle, "qué más te da" con una amable y congelada sonrisa de Mona Lisa y listo (esto es lo mismo que decirle sin que se de cuenta "¿qué te importa?", pero más elegante).

Si quiere tener el control de todos tus movimientos, cuidado porque se está obsesionando y hay que ponerle freno. Lo peor que se le puede dar a esta clase de personajes es el control de una plantilla de empleados, porque ya de por sí tiene información para controlarte tus días de trabajo y tus horarios, si empiezan a querer más, a querer saber dónde estás fuera de tu horario laboral, a dónde vas y con quién, empieza a protegerte porque no es en absoluto información para jefes.

Aprende a separar tu vida privada de la laboral cuando veas este comportamiento y ni siquiera le cuentes a tus compañeros si a la salida del trabajo vas a ir a un cumpleaños infantil familiar porque le acaba llegando a él, esto me pasó a mí, y el personaje me llamó al día siguiente al trabajo (era sábado) para decirme que si tenía resaca, a saber cómo celebra este hombre los cumpleaños infantiles...

Si el psicópata del jefe se alimenta de información, no se le dará.

Problema que acarrea esto, pues que desarrolla otras vías de control. Si yo no le daba información de dónde iba y con quién fuera de mi jornada laboral, él comenzó a ponerme tareas para cuando saliera del trabajo, llevar algo a cualquier parte del mundo aprovechando que yo echaba el cerrojo. Conclusión: quiere que le cuente el motivo por el que no puedo hacer su encargo a la salida del trabajo. Vale, de acuerdo, ¡más difícil todavía!

Evidentemente que no debemos hacerlo. Cuando pregunte el motivo, pues por ejemplo, que a esa hora ha terminado nuestra jornada laboral y que se hará mañana en horario de trabajo. Esto hay que decirlo sin miedo, cogiendo el bolso y saliendo por la puerta: ¡Ala, hasta mañana!

No me voy a dejar pisotear por nadie, por mucha cara de tonta que tenga, la dignidad no se pierde.

Entonces me trasladó a otra ciudad, con su amenaza de turno: Esto es lo que hay y si no te gusta, te vas. Contestarle que sí con una sonrisa supongo que no era lo que se esperaba (Mantra: asentir y callar), pero la verdad es que tenía mis motivos personales para disfrutar de ese cambio y esa información, él la desconocería. ¿El motivo? Sí claro, estar lejos de él. Mi jefe que no sabe conducir, sin coche y en otra ciudad, era mi sueño.

Mi objetivo era frustrar sus planes de molestarme, agobiarme, incordiarme y martirizarme.

¿Consecuencias de no haber obtenido satisfacción por haberme fastidiado con el cambio de sede? Pues a partir de ese momento se intensifican las llamadas amenazantes, me baja el sueldo y me quita las próximas vacaciones. Todo fantásticamente registrado en papel, correos electrónicos o grabaciones. Sabía que algún día mi resistencia tendría recompensa y mi objetivo era recabar pruebas. Despacito, sin que se note, para que meta más y más la pata.



lunes, 28 de julio de 2014

Érase una vez una recopilación de pruebas

Para demostrar en un futuro el acoso que estás sufriendo en tu puesto de trabajo, es necesario recopilar todas esas pruebas. 
A partir del momento en que decidimos vencer el mobbing laboral, vamos a hacer un amplio registro de lo que vamos sufriendo en el día a día.

1. Diario / Agenda
En mi caso, en la misma agenda personal recopilaba diariamente las cosas que iban sucediendo en mi puesto de trabajo: material laboral que desaparecía (ordenadores, impresoras de tickets, cajas registradoras, cajas fuertes), llamadas trampa para pillarme por ejemplo, en una mala contestación a un cliente, órdenes absurdas, nuevas funciones ridículas, llamadas fuera del horario laboral, reuniones sin previo aviso, amenazas o cuando quitaron el aire acondicionado sólo en mi habitáculo porque afectaba a los productos que había en "todo" el edificio y un largo etc. que tengo apuntadito.

Siempre llevaba encima mi agenda e iba registrando todo al momento con todo lujo de detalles, me servía para no tener que recordar después y evitar la ansiedad. Era mi "papelera de reciclaje", lo almacenaba ahí y lo borraba de mi mente para poder seguir con mi vida. Cuando lo lees al tiempo, te das cuenta de lo fuerte que puedes ser y las cosas tan extremas que han llegado a hacerte.

Escribirlo nos sirve para desahogamos y a la vez, registramos todos esos detalles que, debido a nuestro estado de ánimo, podemos olvidar con facilidad. Debemos reflejar también cómo nos afecta psicológicamente, si se nos cae el pelo, perdemos peso, no dormimos bien, no nos podemos concentrar en nuestras tareas o tenemos pérdidas de memoria, entre otras.

2. Documentos
El registro del mobbing también pasa por recopilar todos los emails y cartas que te envíen. Cada cosa que tú le quieras pedir o hacer llegar, que sea por escrito, un email por ejemplo, que queda un registro en el servidor y puedes demostrar su envío, así nunca podrá decirte que no le ha llegado. Se creen que al borrar de la bandeja de entrada el email, éste desaparece, es más, aún borrándolo del todo, el email que tu envías se mantiene guardado en el servidor, así que da igual que lo borre. Tú le has informado y podrás ausentarte de tu puesto de trabajo el día indicado.

Por supuesto, nunca le pidas permiso en los escritos que les envíes, es sólo de carácter informativo, yo siempre redactaba algo así como: "...le informo, ...le comunico, ...que el próximo día... me ausentaré de mi puesto de trabajo por tal motivo..." Siempre dentro del ámbito legal, sin agotar tus días de asuntos propios y si hay que informar con 15 días de antelación, pues mándale el escrito 20 días antes, que no haya por tu parte mala fe.

Otra cosa buena es guardar sus respuestas. Yo como nunca obtuve contestación alguna de mis superiores, pues el día que me casé no me la jugué y le informé 2 meses antes mediante un burofax, por si acaso se cree que me va a llamar estando en el altar y que voy a salir corriendo con el ramo y el velo. El burofax le sentó peor que si tuviera que pagar el convite, pero lo de mi boda tengo que contarlo en otro post porque su reacción lo merece.

Aquí aprendí que los burofaxes le sentaban bastante mal, lo legal no les gusta y el empleado con este gesto, está actuando correctamente. Les molesta que se esté dejando un registro legal de los movimientos que vamos a hacer y si no hay respuesta, pues son ellos los que no han hecho bien las cosas. A partir de ahora, lo haría más a menudo.

3. Grabar
Como mi jefe no era muy dado a contestar por escrito y siempre decía que sus palabras "se las llevaba el viento" tuve que recurrir a grabar las conversaciones privadas que tenía con él. Esto es totalmente legal mientras tú estés participando en la conversación y no tienes la obligación de informarle de que lo estás haciendo.

Y así comencé a registrar sus gritos, sus manipulaciones, sus amenazas, sus mentiras, etc. También grababa las llamadas que me hacía fuera del horario laboral, donde intentaba manipularme y si no resultaba, me amenazaba, gritaba y colgaba. Todo un ritual que valorará muy bien un juez.

El problema venía cuando estaba en la calle y me llamaba, que no podía armar todo el lío de grabar, además en medio de la calle te puede ver cualquiera. Estrategia que seguía en este caso, pues o pones una melodía que le identifiques o lo pones en un grupo que silencies mientras no estás en el trabajo, algo que no haga falta que en medio de la calle cojas el móvil para ver quién es y decidas no cogerlo, cuidado con este detalle porque este tipo de individuos son de llamarte estando en la acera de enfrente para ver qué haces, al menos, el que me tocó a mi en suerte, lo hacía.


Éstas son las 3 estrategias que seguí. Para protegernos debemos reunir pruebas desde la discreción y la prudencia, no es recomendable compartir tus métodos con compañeros, se les puede escapar. Con la familia y amigos, compártelo con aquellos que puedan entenderte y apoyarte, si en tu entorno hay alguien que en algún momento te ha dicho "seguro que no es para tanto", mantenlo al margen de tu situación y no te fuerces en explicárselo, mostrarle emails o en ponerle las grabaciones, esas son tus pruebas para denunciarlo en un futuro, no para mostrarlas como si fuera un trofeo, porque el objetivo de esto es protegerte a ti mismo, recopilar y eliminar de tu mente, recuerda: Papelera de reciclaje.

viernes, 25 de julio de 2014

Érase una vez un jefe que se creía Grey

¿Qué pasó el lunes cuando llegué al despacho a  firmar el "despido procedente" que se había inventado? Pues lo que sospechaba, que "se lo había pensado mejor" y que no me iba a despedir, ¡anda, mira! Cualquiera diría que eso estaba planeado para hacerme pasar, lo primero, un fin de semana de depresión y agobios, y ya luego, si eso, se busca la excusa para despedirme. Pero no la encontró, tuvo todo un fin de semana para buscarse una excusa creíble para argumentar un despido procedente y ¡no la encontró!

A este tipo de individuos les encanta tener a sus empleados en constante estado de alerta y que se vayan un día de descanso a la semana no les parece oportuno, así que se encargan de manipularte y tenerte bajo control en tu día libre. Entonces, la estrategia de ignorarlo y desconectar funciona, como puedes ver.

Ya conoces mi mantra: "asentir y callar", y así estuve todo el rato en el despacho mientras él se iba calentando solito al ver que no le respondía ni le intentaba dar explicaciones, para qué, si ya tenía su decisión tomada. No le iba a suplicar clemencia y eso no le gustaba nada. Táctica 1: Nunca suplicar ni pedir perdón por algo que no se ha hecho.

Le dejé crecerse, estaba en su zona de confort, que creyera tener el control de la situación, en ese momento eufórico, las personas cometemos errores por los aires de grandeza y ahí es donde las víctimas debemos de estar atentas. El cazador cazado. Táctica 2: Hacerle creer que tiene el control.

Me explicó que el motivo de despedirme el viernes era darme un escarmiento, sí lo que lees, tal como sospechaba, era una pataleta más, ¡es tan previsible! Dijo que me iba a perdonar (no recuerdo haber pedido perdón), porque tengo que madurar, que soy muy cría, (¿conoces el refrán "Al revés te lo digo para que me entiendas"? Pues es el que sonaba en mi cabeza todo el tiempo).

¿Quién se cree este tío que es para decidir dar un escarmiento a un empleado? Pues eso no lo podemos permitir nunca. Continuó con su juego psicológico: que si estaba sola, que si no tenía familia, que me fuera a otra ciudad... La verdad que cuando empezó en ese plan, decidí apagar los oídos, era necesario si quería seguir adelante con mi estrategia de callar y asentir. Táctica 3: Apagar los oídos ante provocaciones extremas.

Él nunca había conseguido información de mi familia, me encargué de ello, y ahí mostró su debilidad, ansiaba saber si estaba indefensa o tenía una guardia real que me protegiera. Lo que estaba claro es que creía que yo era facilmente manipulable. Recuerda: No dar información de tu vida privada.

Siguió con amenazas varias y que le daba igual lo que yo le "ofreciera" (el sexo fue mencionado en este momento, no se ni por qué me sorprendió).Y su forma de darme un escarmiento no iba a ser darme un cachete en el culo, él iba a usar un método más "efectivo": un expediente sancionador (llámame loca, pero después de lo del sexo y el cachete en el culo, a mi me sonó hasta bien). Quería tenerme pisado el cuello y si no me gustaba su decisión que me fuera, que él me arreglaba los papeles del paro y listo (no entendí esto muy bien). Lo que no cabe duda es que se estaba creciendo por momentos y ¡estaba en toda su salsa!

Era una situación muy violenta y repugnante, pero aguanté todo sin hablar y sin expresar emoción alguna en mi rostro, como si de una estatua de piedra se tratase. En ocasiones, repetía la última palabra de su frase para que creyera que le estaba escuchando. Táctica 4: Seguir sin escuchar y repetir su última palabra para que siga metiendo la pata.

En fin, todo lo que cuente sobre mobbing, es poco, un machaque psicológico en toda regla. No olvidemos que todo esto era el reflejo de su frustración por no entrar en su juego, por no reflejar emoción alguna, el silencio incómodo que yo le creaba en su despacho hacía que él lo quisiera llenar y ¡bien que lo llenaba! Táctica 5: No hablar, porque puede ser utilizado en tu contra. 

Aquí es donde te das cuenta de lo fuerte que eres y que este individuo está enfermo, loco, quiere humillarte, hundirte, no solo que te vayas de su empresa, sino que te vayas desquiciado por lo que se ve. Claro que, si esto era su artillería pesada, siento anunciar que esta guerra la tenía yo ganada. El débil de ese habitáculo estaba sentado frente a mí. Y después de ese momento, te aseguro que no tuve piedad en mis actuaciones frente al mobbing o acoso laboral. Mientras tanto, fingiría que estaba perdiendo las batallas diarias. Táctica 6: "Fingir" que perdemos.

No iba a consentir perder mi puesto de trabajo por capricho de mi jefe, si me quedaba en la empresa era consciente de que iba a ser un calvario pero, si iba a aguantarlo, que fuera por una buena causa. Me puse un objetivo y decidí protegerme mientras luchaba por conseguirlo.

Y en buena hora decidí que ese día sería el primero de mi protección porque, mientra él disfrutaba del que creía su momento de gloria, mientras me pisaba el cuello, me atacaba mi vida personal, me amenazaba con darme un escarmiento, con sus cachetes en el culo incluídos y sus insinuaciones, cometió un grave error, había elegido a la víctima equivocada, en ese momento yo, le estaba grabando.

miércoles, 23 de julio de 2014

Érase una vez una estrategia para una trampa descubierta

Cuando llegué a mi puesto de trabajo esa tarde, la pelota mobbinguera (como expliqué en el post Érase una vez unos compañeros con etiquetas), quiso hacer de las suyas, y aunque no tenía turno esa tarde, me llamó con claras intenciones de discutir conmigo (creo que esa tarde también tuve algo que ver en la caída del Imperio Romano, deberían quemarme en la hoguera y acabaríamos antes, ¡qué pereza de gente!) todas sus frases finalizaban con un: "¿A que sí?" Me llamó la atención este detalle: estaba intentando guiar mis respuestas. Eso era demasiado astuto para su cerebro, se necesitan al menos dos de ese calibre. 

Aquí había gato encerrado, el jefe tenía que estar detrás de todo esto, por tanto, agudicé mi oído. Estrategia 1: Observar, si algo te resulta raro, seguramente estés en lo cierto.

Por la acústica de la llamada, era evidente que tenía puesto el manos libres y eso sólo se hace cuando hay más de una persona escuchando, ¿en serio estaba pasando esto? No te imaginas lo que se llega a agudizar el ingenio cuando se está sometido a esta presión. Mientras la susodicha hablaba y hablaba, me vino a la cabeza que no sólo podía estar escuchando el jefe (cosa evidente) sino, que podrían estar grabando la llamada. Y si conseguía que yo cayera en su trampa y lo grababa, conseguiría la excusa para el despido procedente que quería ejecutar el lunes.

Tenía claro que mi respuesta iba a estar dirigida a él y no a ella, si él la estaba utilizando, jugaría su mismo juego. Sabía que él estaba escuchando y decidí irritarle de la mejor forma que sabía: Callar. Estrategia 2: Silencio.

Necesitaba ganar tiempo para idear mi respuesta, y mientras a mí no se me escuchara, no metería la pata. Por lo que dejé que hablara ella, que llevara el peso de la conversación y se liara sola, que se creciera. Como no conseguía su objetivo de que yo me alterara o negara sus acusaciones, se puso nerviosa y ¡se delató! 

Soltó todo lo que ella había ayudado para que esto pasara, supongo que fue su última carta para calentarme y hacerme saltar, ¡mira quién lo canta todo! Me sentía como en un patio de colegio en el que los niños se tachan de "acusicas", era una pesadilla estar rodeada de esta gente. Pero como la experta en mobbing laboral que me estaba convirtiendo a marcha forzada, no me dejé provocar. Entonces, hablé.

"Si le has dicho eso, entiendo que me quiera despedir. Sabes que estoy en mi puesto de trabajo, no te puedo atender" 

Y así colgué. Podría haber contestado mejor, sí, pero es lo que salió. Aquí había un complot en toda regla. Lo que intenté fue ser fiel a mi filosofía: Callar y asentir. Transmitirle al jefe que "entiendo que me quiera despedir" es la mejor forma de tocarle la moral, hasta con eso no va a poder discutir conmigo, ¡soy tan comprensible! Desconocía que se podía sacar de quicio a una persona desde la tranquilidad y la parsimonia. Increíble y muy cómodo, por cierto.

Estrategia 3: Tú siempre contesta con convicción, sentencia con tus palabras y no dejes que te repliquen, cuelga con cualquier excusa.

Ahora él tendría que buscarse otra excusa para despedirme y otra ayudante porque esta jugada no le había salido bien y era evidente que el teléfono no era su fuerte. Tenía todo un fin de semana para buscar una buena excusa de despido procedente. Una vez más, le di la vuelta a sus intenciones, y el que pasó un agobiante fin de semana fue él.

¿Y qué pasó el lunes cuando llegué al despacho a firmar mi despido procedente?



lunes, 21 de julio de 2014

Érase una vez unas tácticas para un despido inventado

Os voy a contar mi historia y así os pongo en situación. Un viernes a las 16:00 h. (fuera de mi horario laboral) me llama mi querido jefe, gritando como los locos, que estaba "despedida procedentemente". 

Ante todo hay que guardar la calma porque estamos ante una pataleta infantil, probablemente condicionada por la falta de sueño, es la hora de la siesta.

Mantenerse calmado en estos casos es media batalla ganada, por tanto, muy tranquilamente le pregunto qué ha pasado, a lo que él contesta "TÚ YA LO SABES". Bien, es evidente que no vamos a sacar nada en claro en este momento. Táctica 1: Mantener la calma.

Ante eso hay que dejarlo estar y pasar de él, sí, lo que lees. Dile que sí y ya está, es más, yo muy tranquilamente lo puse a prueba preguntándole si el despido era desde "ya" y no tenía que abrir por la tarde, por si colaba (¡hay que saber cuándo despedir!) Se puso como una fiera y me dijo que trabajara en mi horario esa tarde y el fin de semana y ya el lunes fuera a firmar el despido. Táctica 2: Desafiarle con preguntas inesperadas.

Está claro que lo que quería era tenerme todo el fin de semana angustiada y sufriendo. Ha sacado sus cartas a relucir.

Una de las estrategias de mobbing laboral que aplican estos individuos para acosar a sus empleados es llamarlos fuera del horario laboral para tenerlos constantemente en alerta y que no vivan tranquilos ni las horas que están fuera del trabajo. Que tengan miedo cada vez que suena el teléfono de ver quién es la persona que llama, como si en tu móvil no existiera un grupo en el que clasificarlos y silenciar cuando sales del trabajo. Necesitan sentirse tu centro de atención, que les temas y estés dispuesto a acudir en tu día libre o en tus vacaciones a su llamada. Son personas obsesivas, que quieren tener controlados a todo aquel que le rodea, y si es un empleado quieren saber, hasta el grupo sanguíneo al que pertenece su pareja. Táctica 3: No atenderlos fuera del horario laboral y después no explicarle dónde estabas, ¡qué les importa! (a no ser que tengas un plan).

Si eres capaz de identificar sus malas intenciones, que lo eres (nunca dejes que te hagan creer lo contrario o que eres insignificante e ignorante, recuérdalo) pues podrás atacar con tu fina indiferencia, esto es muy divertido créeme y los saca de quicio.

¿Cómo actuar ante esta situación? Pues verás, yo te cuento lo que yo hice y tú ya lo personalizas a tu modo, yo opté por no comunicarlo en casa, como era algo que hasta el lunes no tendría un desenlace, pues decidí vivir mi fin de semana como tenía planeado y no dejar que se saliera con la suya de amargármelo. Táctica 4: Seguir con tus planes sin que interfiera en tu vida.

Si no lo cuentas a los tuyos, nadie te preguntará cómo estás, y en mi caso prefería que no me lo estuvieran recordando constantemente durante dos días y medio o que me estuvieran dando ánimos y consejos.

En mi vida mando yo y dejo fuera las obsesiones de mi jefe.

¡Asunto cerrado hasta el lunes!... O eso creía...